Narración: De tal palo...
Ver, oír, callar. Así se definía
mi vida antes de conocerla. Solo veía, oía y callaba.
Observaba las injusticias que cometía
mi jefe. Escuchaba los insultos y la información que le comprometía. Callaba su
trato inhumano hacia ciertas personas.
En cierta forma, era un modo de
supervivencia "mientras menos destaque mejor me va" eso me decía a
diario, en verdad quería creerlo, yo me busque ese tormento.
Ojalá pudiera recordar la
cantidad de años que sobreviví bajo esa norma autoimpuesta. Sobreviví, mas no
viví.
Solo veía los problemas ir y venir.
Como en todo en esta vida, había temporadas buenas y temporadas malas. Corrijo,
había temporadas malas y temporadas peores.
Mi parte se hacía bien, siempre
mantenía limpia la oficina y los corredores...y los baños. Me tocaban insultos
de vez en cuando pero contadas ocasiones pasaba a mayores, solo un par de veces
tuve que ser hospitalizado. No tenía nadie que me visitara.
Todo cambió de repente cuando
ella llegó, una nueva empleada. De no ser por el gafete hubiera jurado que era
un ángel. Tanta perfección, no había manera de que fuera terrenal.
Su presencia alegraba el día de
cualquiera. Hasta el de mi jefe, quién parecía sentirse avergonzado cada vez
que se encontraban. Luego me enteré de que ella era su hija.
Cuando me tocaba limpiar la
oficina de ese ser perfecto y puro procuraba hacerlo mejor que de costumbre,
generalmente dejaba una rosa sobre su escritorio. Lo cual no tenía sentido pues
empalidecía ante su belleza.
Pero que mas podía hacer alguien
como yo, una persona que vivió toda su vida entre escobas y libros. Tenía que
agradecerle con acciones, tenía que darle las gracias por existir.
Un día, ayer, decidí hacerle un
poema. Nunca antes había sido tan elocuente con mis palabras, sin embargo, jamás
pensé que mi poema fuera digno de ella. Pero no podía aspirar a mas, la
sensación que ella transmitía era indescriptible. Ni el mismísimo Neruda hubiera
sabido expresarse mejor que yo.
Esta mañana, en lugar de la rosa,
coloque el poema escrito con la mejor de mis letras. Ilusionado con que lo
leyera y aunque fuera un poco pudiera sonreír.
No me había dado cuenta que rompí
mi propia regla, destaqué ante mi jefe. Y de la peor de las maneras, halagaba a
su hija.
Hace 5 minutos me mandó a llamar
y yo, temeroso, acudí a su oficina. Ahí estaba él junto a su hija, pero ella no
parecía más un ángel. Tenía una risa que yo catalogaría como demoníaca y sus
ojos desprendían una sensación espeluznate. Incluso peor que su padre.
Ella no era tan fuerte, tuvo que
pegarme con un palo...al ver que no surtía efecto se cansó y saco una pistola.
Vaya que la agarraba con naturalidad.
¡Vaya tonto que fui! Me dejé
engañar por ella y ahora estoy recostado dentro de una bolsa exhalando mi
último aliento. Olvidé dos cosas: La primera, no tenía que romper mi regla; la
segunda, aquél refrán que decía "De tal palo...".
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